La moción bumerán

La moción bumerán

Se las deseaban felices los 52 de Vox al entrar el pasado miércoles al hemiciclo con marcha triunfante y paso firme, jaleados por un puñado de sus votantes y con una moción bajo el brazo que prometía ser un golpe de efecto en el tablero político, una jugada magistral que retratase a un Partido Popular gris, incapaz de de reaccionar a los embistes de Sánchez, una estrategia que los aupase como líderes de la oposición.

Esa imagen contrasta totalmente con la que hemos visto hoy a la salida del Congreso. Los de Abascal seguros de lo genial de su estrategia y propulsados por el inexplicable silencio que guardaban desde Génova, se han dado de bruces con un Pablo Casado que desde la tribuna ha destrozado una maniobra que previsiblemente lo condenaba a un segundo plano.

Con el anuncio de la moción, Vox única y exclusivamente pretendía arrinconar al líder de los populares colocándolo en una situación incomoda en la que le obligaba a decidirse entre el gobierno o ellos. Una suerte de sándwich que dibujara a un líder de la oposición dubitativo. Además de conseguir la imagen de un Abascal todopoderoso capaz de enfrentarse en soledad al gobierno y a sus socios, un héroe que coparía todas las portadas y que se erigiera como único estandarte de la derecha de este país. Vamos, intentar un sorpasso al más puro estilo Iglesias en 2017.

Pero contra todo pronóstico, Vox ha encontrado enfrente a un Casado valiente que ha volado los puentes con la formación verde. “Hasta aquí hemos llegado” ha dicho Casado en los primeros compases de su alocución. El presidente de la formación azul ha protagonizado un discurso brillante en el que ha renegado de los postulados de Vox de forma tajante, una postura inédita en él. Casado ha desmembrado una moción que considera inoportuna, apelando a Cánovas del Castillo, citando a Reagan y haciendo gala de una sobriedad y una solvencia impecable. Ha culpado a la formación de Abascal de ser el socio en la sombra del gobierno, proporcionándole oxígeno cuando más falta le hace con el único fin de asegurar la supervivencia de su formación. “Ustedes son la derecha que más le gusta a la izquierda” ha sentenciado el líder de la oposición.

Cada palabra de Casado ha hecho que creciera el asombro en la bancada verde, las caras de los integrantes de la formación oscilaban entre el pasmo y el estupor. Nadie esperaba un giro de guión tan drástico, el argumento predilecto de “la derechita cobarde” que los de Abascal han utilizado en numerosas ocasiones contra el Partido Popular acababa de morir. “Yo sé que no les gustamos a ustedes, ustedes tampoco nos gustan a nosotros.” Tanta sorpresa ha suscitado el viraje de Casado que en la réplica hemos visto a un Abascal aparentemente noqueado y dolido, con un hilo de voz muy distinto al del discurso de ayer. El presidente de Vox solo ha acertado a hablar de traición y ha recordado al PP que gracias a ellos gobiernan en sitios como Madrid y Andalucía. Un argumento bastante fácil de rebatir, ¿o es que los de Abascal prefieren que gobierne Carmena antes que Almeida? ¿Acaso no se han colgado la medalla de ser partícipes de la derrota del socialismo andaluz? La bomba de la moción estaba desactivada y le había explotado en la cara a sus precursores.

La estrategia ha resultado ser un fiasco. En política es muy importante el timing y es evidente que Vox ha medido mal los tiempos. Casado ha neutralizado de manera brillante la jugarreta política en la que se había visto inmerso, ha resuelto con eficacia una encrucijada que podría haberle costado caro y de paso ha dejado en fuera de juego tanto a Vox como a PSOE. Ha salvado un match point, ha sabido darle la vuelta a la tortilla. Casado ha conseguido desnudar el sinsentido de una moción que se ha celebrado en un marco temporal crítico en nuestro país, con una pandemia que sigue arrancando vidas, con una crisis sanitaria y social galopante que no dejaba hueco para un delirio pajillero como el que hemos vivido estos dos días.

Una treta que tenía como objetivo retratar al PP ha acabado por retratar a Vox. Abascal ha querido cargar al galope con su caballo contra el PP sin reparar en que ha metido las patas de su corcel en el fango. Su discurso antieuropeísta, sus alardes trumpistas y sus teorías conspiranoicas no tenían mucho sentido en estos momentos. Su enorme narcisismo ha salido al descubierto. Los de Abascal han salido hoy del Congreso con el rabo entre las piernas, como ese gallito que va a las peleas con el pecho hacia fuera propagando insultos contra sus contrincantes y que se calla cuando le llueve el primer guantazo. Vox está herido de muerte por el efecto bumerán de su moción. De Casado depende que esa herida pueda ser mortal. Su discurso histórico de hoy, tiene que ser refrendado por aciertos desde el centro.

SANTI GIGLIOTTI

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